20 mayo 2008


SOLIDEZ DEL VACÍO Nº16


SOLIDEZ DEL VACÍO Nº15


SOLIDEZ DEL VACÍO Nº14


SOLIDEZ DEL VACÍO Nº 12+1


SOLIDEZ DEL VACÍO Nº12



SOLIDEZ DEL VACÍO Nº11





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SOLIDEZ DEL VACIO Nº2


SOLIDEZ DEL VACIO Nº1

YAMIL OMAR


Yamil Omar en su jardín de la infancia, rodeado de fantasías, colores y ...sueños.

SoLiDeZ DeL VaCío




"Y somos sólo barro
con el que el alfarero moldea formas.
Es un mundo soñado por dementes.
Y, nosotros, colores
en la marea ondulante de miembros destrozados"
Badr Sakir al Sayyab [1926-1964]

La libre expresión plástica de Yamil Omar puede conllevar parte de las mismas ilusiones de superlibertad expresiva que han utilizado prácticamente todos los movimientos románticos de los últimos doscientos años. Discurramos las miradas sobre el sillar enjalbegado de los paramentos donde se asientan las obras de Omar; para constatar que en su volver al seno de los primeros brotes de la libido humana halla sentido en la explosión colorista cuajada de elementos icónicos, supuestamente indiferenciados, que balancean sus cuerpos estilizados sobre un terso alambre -punto divisor de los dos mundos.interior y exterior del artista.
Fuentes de colores, tanto sincréticas como analíticas, están a disposición del artista adulto, quien conjuga en su historia personal todas las primeras infancias que subyacen en su hombre actual: espacio donde arte concreto o abstracto se autoexpresan en sus aspectos fantásticos. Se irrumpe, no obstante, en medio de una sincronía abstracta, colgándose en el vacío aéreo, dinámico, que también se cuela por los intersticios de las formas indiferenciadas que los colores de existencia cristalizan en el cuadro.
Sería asaz ingenuo justificar el genuino arte emergente de las paredes de cualquier caverna infantil, tanto como negarle al cuadro, bidimensional, su profunda vocación volumétrica. Lo quiso redescubrir la fotografía en claros y oscuros, pero lo ha estabilizado el cine, a fuerza de invertir sumas ingentes para llenar la vaciedad de la pantalla acercándola a la realidad alca¬hueta del espectador dolby pasivo de la butaca.
Lo indiferenciado puede ser simbólico -a través de donde se cuelan todos los intentos de interpretación: primero Freud y luego Jung con más compasión por el ser y su sexualidad creativa que se expresa a veces a den¬telladas y contracorriente-También aquí, en la obra de Yamil Omar se pue¬den hallar símbolos en la misma proporción que hemos de aceptar el carácter liberador-¿demiúrgico?; sobre todo catártico- de su acto de crear; dejándose ir en la conjunción simétrica de elementos tan antagónicos y pri¬marios como el macho y la hembra, la muerte y el sexo, la tierra y e aire, el rostro en el espejo y la nuca que no verás nunca...
Pero Yamil no tiene una postura neutral. Desde hace años alarga las figuras, aunque inspiradas por la espontaneidad, implicándolas en un terri¬torio que se nos imagina casi sin fronteras. Las formas, a veces encerradas en los cubículos aparentemente amenazadores, el sentido del humor; los pequeños detalles que sólo la inteligencia muy sutil los descubre, el juego permanente, la provocación a la participación, y la sorpresa... La sorpresa, advirtiendo de la expresión de un espíritu colorista que se autodestruye para recomponerse desde el vacío concentrado en e baúl sorpresivo, en una nada pintarrajeada, en un objeto-sujeto aparentemente alejado de su profunda autenticidad, de su verdad más primigenia.
Parte de la gran maestría de Yamil estriba en hacernos creer que lo que hace y nos muestra luego en sus formas cuajadas de colores, es un sim¬ple juego de niños. A ese supuesto engaño de apariencias, jugaron también en su momento, entre muchos otros, Picasso o Miró. En verdad, nunca se vuelve al principio, porque es un territorio que jamás se abandona. El artis¬ta sabe ejercer el patriciado especial de saber enhebrar y desandar labe¬rintos cifrables sólo a través de sus códigos. Dédalos que ofrenda sus hallaz¬gos estéticos, desde el gran placer adulto, erótico, pero también sublimado. Si lo recordamos a tiempo, todos sabremos que sólo se puede salir del laberinto por el centro...
ALBERTO OMAR WALLS